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Sobre maternidad y las hormonas del amor

Esta vez, queremos hablarles de la maternidad desde un punto de vista químico, o científico si se quiere, donde las hormonas juegan un rol fundamental, las mismas que han servido durante años a los ginecólogos para informar, vigilar el embarazo y controlar el crecimiento y el bienestar del bebé en gestación.

Ser madre es un viaje, una puerta a un mundo distinto donde la identidad individual se transforma y se entretejen nuevas redes emocionales y fisiológicas. El “yo” se vuelve más que “una misma”, los límites se hacen permeables y cada vez más frecuentemente se olvida dónde termina la madre y empieza el hijo, sobre todo cuando aún el pequeño está vulnerable y dependiente, lo que para cada madre es diferente. 

La madre experimenta sensaciones y sentimientos -que desde una lógica científica-, se ha logrado identificar y relacionar con procesos fisiológicos bien detallados. A lo largo del proceso de maternidad, desde el momento de la concepción, las cascadas bioquímicas van orquestando un proceso tan bello y perfecto que traspasan las lógicas simplistas y lineales, y puede llegar a alcanzar los más altos niveles de entrega y amor incondicional.

Y estas cascadas son complejos químicos, principalmente hormonas, las mismas que han servido durante años a los ginecólogos para informar, vigilar el embarazo y controlar el crecimiento y el bienestar del bebé en gestación. Ellas son efectivamente información valiosísima, considerando que durante la gestación las hormonas están más activas que nunca, protegen al feto y preparan a la madre para el parto, sin obviar que también influyen en el funcionamiento de otros órganos del cuerpo de la madre. Y aunque actualmente, las antiguas pruebas hormonales que se realizaban para monitorear el desarrollo del futuro bebé han sido sustituidas por nuevas tecnologías como las ecografías, las hormonas siguen siendo igual de importantes para este viaje hacia la maternidad.

Pero nos gustaría ir aún más atrás y considerar que la maternidad forma parte de un círculo virtuoso incluso mayor. Podríamos decir en este sentido que la sexualidad es el todo, puesto que son las mismas hormonas las que están implicadas en los diferentes momentos de la sexualidad, durante las relaciones sexuales, el parto y la lactancia. Todas estas hormonas que intervienen en la sexualidad se originan en el cerebro, a nivel del hipotálamo y la hipófisis. Las hormonas facilitan la simbiosis madre-feto y promueven que el cuerpo de la madre, que es el hábitat adecuado para su crecimiento, esté disponible para el desarrollo del pequeño.

Pensando específicamente en el embarazo, no sólo aumenta la producción de muchas hormonas en este período sino que también se modifica la función de las glándulas del organismo de la madre. En el caso de la tiroides por ejemplo, suele volverse más activa y puede provocar un aumento de la frecuencia cardíaca, palpitaciones o sudoración excesiva. Otro ejemplo son las hormonas placentarias, responsables de que el cuerpo de la madre controle el azúcar en la sangre. A continuación veremos cómo funciona cada una de estas hormonas durante el embarazo.

Primero y para frenar la actividad expulsiva del útero y contener al feto en gestación se aumenta la actividad de la progesterona generada en los ovarios, manteniendo al mismo tiempo la funcionalidad de la placenta que es desde donde será secretada posteriormente. Se requiere que el cuerpo se ralentice, creando pausas en la vida activa de la madre. De esta manera y gracias a esta hormona el útero se prepara para recibir al óvulo fecundado, en donde anidará durante 9 meses sin que el organismo de la madre lo rechace. A la progesterona se la conoce como la “hormona del embarazo” dada su función principal durante la gestación.

Luego se requiere de una señal que prepare el cuerpo de la madre para abrirlo al embarazo y parto, emocional e intuitivamente. Con el estrógeno se producen los líquidos que nutren al feto y se “ablanda el cuerpo de la mujer”. Con esta carga bioquímica se expresan los miedos y las crisis, así como la alegría y el placer. Durante la gestación, el nivel de esta hormona en el organismo es mucho mayor que en cualquier otra etapa de la vida. Por lo tanto, no es extraño que se produzcan cambios en el cuerpo materno, como una piel algo más seca, y un cabello más fortalecido que lucirá más brillante. Los estrógenos disminuyen en el posparto, lo que volverá a tener consecuencias sobre el estado físico y anímico de la mujer.

Debe comenzar el entrenamiento del útero, para que pueda contraerse con mayor facilidad y realizar el trabajo de expulsión cuando sea oportuno. Llega el momento protagónico de la oxitocina, que es la responsable de poner en marcha las contracciones del útero que dan inicio al parto. Además, se asocia con esta hormona la predisposición a cuidar del bebe; despertar en la madre la ternura y el cariño que su hijo necesita, por eso se la llama "la hormona del amor".

Se sabe que la oxitocina es una hormona que se libera de forma natural en el organismo en varios momentos de la vida de la mujer. Por ejemplo, su síntesis es estimulada por las contracciones uterinas que ocurren durante el coito, por la distensión del útero que se produce durante el parto, y como respuesta a la estimulación del pezón por la succión del recién nacido cuando lacta. No obstante, la oxitocina es también conocida como la “hormona del parto” porque su acción es necesaria para que este hito tenga lugar. Es la encargada de generar las contracciones del útero necesarias para que el bebé se desplace a través del canal del parto y pueda salir al exterior, y para que el cuello del útero se dilate y permita el paso del bebé.

Por otra parte, la producción de las hormonas que participan en la gestación se encuentra el hipotálamo, una glándula que se localiza en la región central del cerebro. Es ahí donde se forma la oxitocina, que una vez sintetizada es liberada al torrente sanguíneo, viajando al útero para estimular las contracciones durante el parto y el alumbramiento de la placenta. Inmediatamente después del parto, esta hormona es imprescindible para que el útero vuelva en sí.

Se dice que la oxitocina activa el sustrato del comportamiento materno, favoreciendo el amor y los cuidados dirigidos al bebé durante la crianza. Fortalece los lazos y el vínculo entre la madre y su hijo. Los niveles más elevados de oxitocina se consiguen en la hora que sigue al nacimiento, facilitando sensaciones de calma y conexión entre la madre y el recién nacido, aumentando su producción por la mirada y el contacto piel con piel.

Posteriormente, cuando el bebé mama, recibe oxitocina de la leche materna y la madre produce tanta oxitocina como durante el orgasmo. Por lo tanto, la oxitocina es la hormona que trae energía en forma de oleadas, lo que requiere adaptarse a sus ritmos y entregarse al amor y al placer de compartir, facilitando la comunicación afectiva y sexual.

La prolactina crece a lo largo del embarazo hasta tener altas concentraciones en el parto. Prepara el bebé para nutrirse y a la madre para el cuidado y la protección. Su liberación se ve facilitada por el (auto) cuidado, preparación del “nido”, el parto. Está considerada también una hormona del estrés que, si no se libera, se puede transformar en distrés. Esta hormona se origina en la placenta y prepara a la nueva mamá para la lactancia estimulando las glándulas mamarias (producción de leche en las células alveolares). La succión del bebé en las primeras horas tras el parto contribuye a aumentar aún más los niveles de la hormona, lo que a su vez ayuda a la subida de la leche. Cada vez que la madre amamanta se alcanzan valores de prolactina -durante al menos una hora- semejantes a los niveles que se alcanzan en el parto y al final del embarazo. La producción de leche depende de los valores de prolactina y son mayores a más succión del bebé.

Por otra parte, la prolactina también es la encargada de regular y modificar el deseo sexual y la fertilidad de la madre que amamanta. Su liberación baja de forma drástica en madres que no amamantan tras 2 semanas.

Pero además de estas hormonas, que de cierta manera hemos escuchado o se nos hacen más familiares, existen otras hormonas precursoras, algunas específicas para la gestación y el parto y otras más generales, presentes en varios momentos claves en la vida de los seres humanos.

La gonadotropina coriónica humana (HCG), por ejemplo, es otra de las hormonas del embarazo, pero en particular esta sólo circula por la sangre de una mujer cuando está gestando. Los tests del embarazo detectan su presencia en la orina e informan a la futura mamá de su estado. Su función es suprimir la menstruación y estimular la producción de progesterona y estrógenos. También tiene otros efectos menos agradables como los vómitos y las náuseas.

Otra hormona bastante conocida por su participación en la vida cotidiana de cualquier persona es la endorfina, que actúan como neuromodulador, despolarizando parcialmente las membranas de la célula y actuando sobre los impulsos nerviosos de manera que bloquea el dolor. Es la hormona del placer y también para eliminar el dolor. Los mamíferos se protegen durante el parto liberando endorfinas para eliminar el dolor. Por esto es que durante el trabajo de parto se transforma la sensación de esfuerzo de la madre en una emoción de placer.

Madre y criatura, alcanzan el nivel más alto de endorfinas durante la primera hora inmediatamente después del nacimiento del bebé, intercambian su primera mirada, se reconocen embelesados creándose entre ambos fuertes lazos afectivos. El bebé también recibe endorfinas de la madre a través de la leche y le produce un estado de bienestar y placidez. Las endorfinas interactúan con la oxitocina y son el principal vehículo de liberación de la prolactina. Por lo tanto, esta hormona estimula el aprendizaje en la madre y el bebé y se considera como un pilar de la salud materno-infantil, de la comunicación y del “buen humor”. Estimula y es estimulada por la actividad parasimpática. Activa el sistema inmunitario, y es una hormona de expansión, de "gratificación del lazo amoroso", fundamental en el embarazo. Sin embargo, la liberación de la endorfina es inhibida bajo episodios de estrés.

En otra vereda está la adrenalina, que es la "hormona de la fuerza". Y con relación específica con el trabajo de parto, ayuda a incrementar las contracciones, activa el “reflejo de eyección fetal”, predispone a un “justo estado de alerta”. Es producida durante la contracción por la madre y el mismo bebé, junto a la oxitocina, se acumula contracción tras contracción, predisponiendo la energía que les sostendrá hasta y durante el encuentro.

Por último y ya en el momento del parto, en la madre y el bebé se produce una hormona de tipo opiáceo endógeno, que es gatillada entre contracciones. La beta-endorfina, una forma específica de endorfina, también conocida como la hormona del estrés, es liberada bajo por la glándula pituitaria, en condiciones de gran esfuerzo o dolor actuando como analgésico, y junto con el neurotransmisor serotonina, inhiben el dolor. Se acumula en el organismo (no sintetiza rápido) inundando a madre y bebé para prepararlos para el “enamoramiento”. Induce sentimientos de placer, euforia y mutua dependencia. Facilita la liberación de la prolactina durante el trabajo de parto, preparando el pecho para la lactancia.

Como pueden ver y posiblemente, muchas de ustedes ya ha experimentado, ser mamá es un camino profundo hacia el núcleo emocional del amor y la entrega, un camino que a ratos se torna vertiginoso y otros más pausado, pero el cual siempre -y gracias al aporte de los cientos de años de evolución-, una madre está preparada para experimentar.

 

M. Soledad Muñiz Saldaña
MS. en Ciencias