Envío gratis + 1 libreta de regalo por compras sobre $50.000 a todo Chile Continental

Carrito de compras

Tu carrito está vacío

Continúa comprando

Olguita Chin chin - Refundando el arte callejero

Cada cierto tiempo nos viene a la memoria una serie de recuerdos, como algunas costumbres y juegos a los que solíamos entregarnos sobre todo en fechas de festividad y post dieciocho. Con eso en mente, quisimos saber en qué está un oficio tradicional y emblemático de nuestro país, y contactamos a una de nuestras amigas y compañeras de andanzas. Esta vez les presentamos la historia de Olga Carrasco, chinchinera que ha acumulado experiencias y reflexiones riquísimas, para que nos cuente lo que significa entregarse en cuerpo y alma al legendario arte callejero del Chin chin.

Empieza Olga contándonos que su formación original fue en artes visuales, pero desde que empezó a tocar el Chin chin, el oficio la fue absorbiendo. Dice que es poco lo que puede dedicar a otras actividades porque la mayoría del tiempo está tocando. “Como que el Chin chin se ha vuelto muy protagonista de mi vida, me secuestró”, nos confiesa.

Actualmente, el Chin chin es considerado un arte callejero, pero lo más importante es que es un arte callejero propio de nuestro país, un arte 100% chileno. Es decir, no existe en ninguna otra parte del mundo. Lo que nos hace reflexionar que sobre esta gran línea de base, las mujeres chinchineras son un diamante que recientemente ha comenzado a pulirse. Pero ¿qué hace una mujer chinchinera?

Olga nos explica que el oficio de chinchinera particularmente no está muy bien definido, y si bien y en el fondo las chinchineras son la versión femenina del oficio, ellas hacen casi lo mismo que los chinchineros convencionales. Sin embargo, la diferencia es que no hay mujeres que lleven tanto tiempo ejerciendo el oficio, ya que al ser un oficio masculino, los jóvenes empiezan a los 3 o 4 años y -como en muchas familias ocurre-, generalmente a las mujeres se les destina otros roles más domésticos en el hogar o con suerte, si una pequeña se aventura a aprender el oficio, muchas de ellas lo dejan al cumplir cierta edad. Es por eso que las mujeres que son más activas en el oficio del Chin chin, no son formadas dentro de una familia y todas han empezado a desarrollar este arte hace poco. En consecuencia, ninguna lleva más de 10 años trabajando, lo que hace que tengan un nivel de desarrollo algo menor que su contraparte masculina, pero que en el fondo pueden llegar al mismo nivel de perfección.

Actualmente y en otra vereda, se está revisando institucionalmente la figura de Patrimonio Inmaterial que son estos artistas callejeros y que actualmente sólo considera a los organilleros, que son considerados tesoros vivos y patrimonio de la humanidad, excluyendo a los chinchineros. Por esto se está revisando el tema, buscando incluir a los chinchineros, pudiendo llegar a ser un paso decisivo para el oficio.

Nuestra amiga Olga aprendió este oficio en una comparsa de carnaval santiaguina, llamada Chin Chin Tirapié, que lleva hasta la fecha 12 años funcionando. Este un espacio que tiene bailarines figurines y una banda instrumental compuesta por bronces y percusiones, donde el rol del bombo los hacen los chinchines. Fue el primer espacio en Santiago donde se empezaron a formar chinchineros que no eran originarios de alguna familia, generándose en este grupo la mayoría de los chinchineros que hoy ejercen este oficio. Ese fue el primer acercamiento de Olga a una versión más musical y propia del oficio mismo, porque en la comparsa se requiere de tocar música acompañando a los bronces. En ese espacio conoció a Patricio Pepa Toledo Riquelme, su maestro y mentor, quien la preparó junto a otros compañeros para salir a la calle y luego la invitó a trabajar y a adentrarse al mundo del oficio chinchinero; conociendo a otros chinchineros, y otras familias. Trabajó con Juan Lizana, que es un orgallinero de la familia Lizana, con quien aprendió a trabajar con organillos, que es algo así como la versión más tradicional.

Sobre sus experiencias en su condición de Chinchinera; mujer enfrentada a la tradición masculina del oficio, nos cuenta que en un principio la misma gente que la veía en la calle acarreando su bombo le preguntaba adonde lo había comprado o de dónde lo había sacado porque simplemente asumían que no era propio de ella. De todas maneras, el ser alumna de un maestro y estar bajo su alero le generó más seguridad y una sensación de posicionamiento. “Me sentí muy respetada y eso ha derivado en que en general tengo súper buena onda con los cultores, porque creo que ellos le dan más valor a que uno sea un buen interprete sin mirar si eres hombre o mujer”.

Pensando en algo no tan positivo, nos cuenta que  más adelante, y desde cuando empezó a trabajar por si misma, se ha encontrado con compañeros de trabajo que caen en la típica dinámica de infantilizar al aprendiz. “A veces tomaban decisiones por mí, y es un tema que lo he conversado con otras amigas del oficio y tiende a repetirse. Tenemos que ponerles hartos limites en realidad porque es frecuente que traten de ponerse encima de una, en cuanto a poder se refiere, apoyándose en la tradición de la familia o en el hecho de que las mujeres tenemos fama de ser más débiles. Creen que nos pueden “mandonear” o actitudes parecidas, lo que a veces genera el terreno propicio para permitirme tirarles un rollo más feminista a los compañeros, tratando de generar discusión constructiva sin que me odien”, nos dice Olga, y nos contagia una risa cómplice.

Nuestra amiga ha sido varias veces invitada a hacer colaboraciones para otros artistas musicales, por ejemplo al principio se unió a un grupo que hacía música gitana que era un formato bien especial y fue un verdadero desafío y un aprendizaje para ella. También ha trabajado con ensambles más doctos como el Grupo Tricahue, y ensambles más folclóricos como el Ensamble Trasatlántico del folck chileno, de Valparaíso. Ha colaborado en espectáculo con la Banda Conmoción variando aún más su experiencia y complementándola con su trabajo con los cultores, que es la forma tradicional del oficio remunerado.

Y en ese sentido, la maternidad y la crianza fueron temas también bien difíciles, para Olga,  porque como referentes habían otras compañeras que se embarazaron y fueron mamás y tuvieron que dejar el bombo, lo que la inquietaba enormemente y la hacía temer que le iba a pasar lo mismo. Cuando supo que estaba embarazada andaba de gira en Europa y al principio creyó que en esa condición no podría tocar, ni hacer fuerzas, pero su ginecólogo le dio esperanzas y le dijo que si se sentía bien podía hacer todo lo que hacía normalmente. Así que decidió seguir tocando. Y así tocó el Chin chin a los 4 meses de embarazo en una fonda, pero cuando el organillero con el que trabajaba normalmente supo que estaba embarazada, no la llamó más y sin ninguna explicación, asumiendo que como estaba embarazada no tenía que tocar. Fue así que tocó su Chin chin hasta los 5 meses en la calle.

Junto con lo anterior, ese año tuvo aún más alegrías porque hizo reemplazos en la Banda Conmoción y tuvo oportunidad de trabajo con otros chinchineros con los que siguió trabajando, y que a pesar de que consideraban que no era bueno que tocara embarazada, no le cerraban la puerta. Tocó entonces hasta los siete meses en total en eventos privados y shows, y a los 9 meses tocó en su propio babyshower.

La parte más complicada fue después, cuando nació su hijo y la dificultad de complementar el cuidado del pequeño con las exigencias del oficio. “Por fortuna, las cosas se dieron complementariamente y ahora, que mi niño está más grande me es más fácil y fluido seguir desempeñándome en este tema”, nos dice.

Sobre la denominación de patrimonio en este mundo de chinchineros y organilleros, se puede decir que hay algunas ideas dando vueltas que a lo menos resultan confusas. Hasta el día de hoy quienes son patrimonio inmaterial o tesoro humano vivo, son los organilleros, y en particular aquellos que son de la Corporación de organilleros de Chile, que son una parte del universo completo de organilleros del país. De esta manera, los chinchineros que califican para esta figura serían aquellos que trabajan con organilleros de esa Corporación, que en el fondo son la minoría de los que ejercen el Chi chin en particular. Esta Corporación en un principio sólo aceptaba organillero y después se abrió a los chinchineros de ciertas familias, quedando finalmente muy pocos. El chinchinero por otra parte no está protegido ni denominado a ninguna figura similar.

Por un tiempo las autoridades municipales y de orden consideraron que el chinchinero era parte de la Corporación o estaba incluido en esta figura de reconocimiento, por lo que le daban una venia para trabajar, pero eso ya no ocurre y la cosa se ha puesto difícil para los chinchineros en la calle.

Al igual que Olguita, creemos que es bien injusta la situación de los chinchineros en la actualidad, ya que al ser un arte que viene de la marginalidad es bien pasado por alto, considerando que en general las clases dominantes tienden a agarrar de una manera muy ingrata y casi usurpando todas estas expresiones que vienen del mundo popular. "Esto suele pasar con los cultores, los chinchineros, así como a los artesanos; hay historias de distintos cultores, de tradiciones folclóricas del mundo, de Latinoamérica donde llega la institución o llega el artista famoso y se lleva el trabajo de cultor sin mencionar en ninguna parte a esa persona que lo genera", nos explica Olga. A los chinchineros le pasa algo así, porque vienen las fiestas patrias y son contratados para eventos y usan sus fotos en la gigantografías y "...se vanaglorian de la figura del chinchinero, como un estandarte, o una chapita, pero las personas que ejercen el oficio están completamente desprotegidas. Llevan una vida llena de carencias y miserias y muchas dificultades, entonce todo eso me parece injusto y bien complicado”.

Si bien el número que presenta Olga tiene el formato tradicional, que es una rutina de baile que pasa por varios  ritmos, dentro de los ritmos y los cortes hace una mezcla de cosas que ha aprendido con los diferentes chinchineros con los que ha trabajado. Nos cuenta que últimamente está trabajando con  un grupo de amigos, cada uno de diferente familia quienes son sumamente creativos y tienen un increíble animo de inventar cosas. Así que sigue aprendido cosas que hacen ellos y las va incorporado en su propia rutina.

Por otro lado y gracias a una pequeña formación en danza contemporánea, y a su experiencia en el carnaval y al trabajo con la Banda Conmoción en lo escénico, innova en ideas para ocupar el espacio y enfrentar el desafío de tocar sola e intencionar la energía que se proyecta hacia el público. Una de sus experiencias más ricas fue tocando con el grupo Tricahue, interpretando obras inspiradas en el folclore chileno y latinoamericano, obteniendo una influencia en ese lado más timbrístico y musical. “Permitiéndome utilizar nuevos matices, que es algo no muy usual en el instrumento”, nos cuenta.

Aunque Olga es free lance, los chinchineros en general se organizan familiarmente, son como pequeños clanes que se agrupan y van de un lado para otro. Hay una organización de chinchineros, una agrupación con personalidad jurídica que se formó a petición de la Municipalidad de Santiago para poder gestionar un permiso para la mayor cantidad de chinchineros posibles con el afán de que funcione de manera ordenada y controlada. Existen además dos corporaciones de organilleros que funcionan a nivel más macro y que gestionan giras y actividades similares, a diferencias de otros grupos más micro que funcionan como clanes de trabajo y que se mueven dependiendo de las distintas cosas que hay en Chile, las fiestas, las vendimias, fiestas criollas, etc.

Pensando en el futuro cercano ella nos dice que está reflexionando mucho sobre la figura de la chinchinera, porque hoy por hoy son 4 chinchineras adultas las que están ejerciendo el oficio en las calles, y hay unas chinchineras niñas que se han motivados dentro de la familias y han empezado a aprender. En el mundo no tradicional también hay otro grupo de niñas que se han tomado el tema en serio y están aprendiendo y saliendo a la calle. “Entonces, pensando en que como la chinchinera es un personaje que antes no existía en el mundo de la tradición, sino que es algo que estamos creando nosotras, es una responsabilidad nuestra también darle un carácter y una cualidad a ese personaje”.

Últimamente y para cubrir sus necesidades económicas ha realizado clases grupales en la comuna de Molina con muy buenos resultados. “Los niños salen súper motivados y yo he ido enriqueciendo mi vocación pedagógica a tal punto todo que he llegado a planificar para noviembre talleres en concepción”. Además, nuestra amiga tiene varios instrumentos, lo que le da la oportunidad de hacer clases porque también entiende que es un trabajo físico exigente y que quizás en algunos años más ya no va a poder trabajar como chinchinera, porque el cuerpo naturalmente va perdiendo energías y quizás ya no pueda responder como se necesite. Pero eso sí, nos dice “mi idea es ser chinchinera mientras y tanto como pueda”.